Un anciano calígrafo escribe con gran delicadeza, año tras año, una felicitación en la cara de su hija. Con el paso del tiempo, Nagiko recuerda emocionada aquel regalo y busca con ahínco el amante calígrafo perfecto que emplee todo su cuerpo como si fuese una hoja en blanco. Es así como Nagiko conoce a Jerome, quien la convence de que ella debe ser la pluma y no el papel. Sin embargo, el amor empieza a empaparse de celos, la literatura se vuelve compulsiva y Jerome, en un intento desesperado por recuperarla, decide tomar una drástica decisión.